"UN HOMBRE DEL PUEBLO DE NEGUÁ SUPO SUBIR AL ALTO CIELO. A LA VUELTA, CONTÓ. DIJO QUE HABÍA CONTEMPLADO LA VIDA HUMANA. Y DIJO QUE SOMOS UN MONTÓN DE GENTE, UN MAR DE FUEGUITOS. CADA PERSONA BRILLA CON LUZ PROPIA ENTRE TODAS LAS DEMÁS.” EDUARDO GALEANO

jueves, 11 de febrero de 2010

Diálogos platónicos I: Un policía de civil

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Cae la noche y en un bar de la calle Corrientes un policía de civil chamuya a una mina. Hace un par de horas que están en la mesa y cada tanto salen a la vereda a fumarse un cigarillo. Hace frío, pero el calorcito en la mirada de la chica muestra a las claras que el muchacho le atrae; él lo sabe y hace alarde de la ventaja: habla fuerte, gesticula con todo su cuerpo, apoya sus brazos sobre el respaldar de la silla y pide otra cerveza, le hace comentarios a los mozos sobre su nueva moto … hasta que de repente la conversación los vuelve a tener concentrados, frente a frente: hablan de otra mujer, con la que los dos tienen algún tipo de vínculo.

El hombre, que lleva el pelo bien cortito y los cachetes mofletudos, cuenta haber vivido una discusión “espectacular” con la mujer en cuestión, altercado que da por finalizado cuando saca su su pistola y la pone arriba de la mesa - frase que resalta con un golpe de puño en la mesa del bar-. “Al otro día, recibo un llamado desde la comisaría. ‘Negro, ¿vos bardeaste?', y les digo que sí. 'Bueno, acá hay una denuncia’”.

“¡Ay, por qué sos tan agresivo!, interrumpe la chica que seguía atenta el relato.

- “No soy agresivo. Yo soy así, directo. Pero por dentro soy otra cosa”. Hace un breve silencio y retoma: “A mi, cuando yo era chico, mi viejo me decía ‘primero está Boca, después Boca, después Boca y después la familia'. Y yo no quiero que sea así”.

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